lunes, 27 de octubre de 2008

la moda femenina en chile 1920



Al iniciarse los años '20 las faldas que apenas sobrepasan las rodillas, ya se imponen entre las jóvenes chilenas, causando una gran polémica que no dura demasiado. El vestuario femenino se ha simplificado notablemente en su estructura, a pesar de dar cabida a una gran cantidad de ornamentos como bordados, lentejuelas, mostacillas, pedrería, especialmente en los trajes de noche. Predomina la silueta geométrica, que se apoya en tablas y pliegues, situando el talle a la altura de las caderas (moda Charleston).
La chaqueta estilo sastre, el cardigan, la pollera plisada en el delantero acompañada de blusa o swueter, los zapatos con pulsera en forma de T, son prendas fundamentales.

Los complementos excéntricos incluyen boas de piel, abanicos, sombrillas, joyas de cristal de roca, perlas de fantasía, pequeñas carteras decoradas con pedrerías y motivos vanguardistas. La novedad y la flexibilidad son las características de una época de gran movimiento y cosmopolitismo, en la cual se produce un cambio radical en la imagen de la mujer. En marzo de 1920 se lee en El Mercurio: "Es increíble los cortas que han dado en llevar las faldas nuestras niñas, dejando ver las piernas hasta la rodilla, las que no siempre son muy bonitas, y en este caso la cortedad de las faldas resulta un fracaso pues muestra lo que nadie quiere ver. Las niñas discretas, señoritas de verdad, que tienen madres que las saben dirigir, usan faldas de largo y ancho razonables, lo que siempre es más elegante que las que pierden el pudor por seguir modas que no les corresponden. ¡Triste cosa!".

La polémica de las faldas cortas es un detalle frente a la causada por el sexualmente ambiguo estilo garconne, que proyecta la emancipación una mujer que rompe con las apariencias sociales, cortándose el pelo y utilizando vestuarios varoniles. Aunque la alta costura no aprueba este nuevo estereotipo, igualmente lo promueve con el uso de las melenas, la delgadez de los cuerpos y diseños que suprimen las curvas.

la moda femenina en chile 1910


La ola orientalista que sacude a Europa tras el estreno de los ballet rusos, provoca un cambio radical en la moda femenina a partir de 1910. La estructura del traje se simplifica a la vez que intensifica el uso de bordados, pasamanerías, combinaciones de colores osadas, vivos de raso. Convive con este tipo de vestido, adecuado para ocasiones sociales, el traje sastre que por esa fecha se ha impuesto definitivamente entre las mujeres, a la vez que el abrigo tres cuartos ha reemplazado al pesado abrigo largo.

De la mano del orientalismo llega el estilo harén con el pantalón bombacho, estrenado en la Casa Francesa de Santiago en 1911, suscitando escándalo en unos sectores y comentarios elogiosos en otros que aplauden la comodidad. La influencia grecorromana se hace presente con el uso de túnicas y sobrefaldas drapeadas que, colocadas sobre una falda ajustada, imitan el chitón griego. Los trajes de noche son escotados y se acompañan con amplios tapados tipo kimono.

La Primera Guerra Mundial trae consigo el acortamiento de las faldas, que se genera a partir del uso de estas sobrefaldas o túnicas sin la falda interior más larga. Es el momento en que Channel irrumpe en el escenario de la moda, simplificando el vestuario femenino imponiendo el estilo del siglo XX con trajes dos piezas fabricados en telas de jersey y vestidos de noche que, por primera vez, se pueden poner sin ayuda de nadie. Sin embargo, estas influencias apenas afectan a Chile, que sufre un aislamiento de Europa, lo que determina un periódo de ausencia de novedades. Los altos precios, la poca oferta y la escasez de dinero, llevan a las chilenas a reciclar ropas del año anterior y a confeccionar en casa a partir de moldes que aparecen en la revista "Familia".

la moda femenina en chile1900



Desde el siglo anterior la moda en Chile ha recibido una fuerte influencia francesa, por lo que el modernismo europeo de principios del siglo XX se reproduce rápidamente en Chile. Ser moderno implica abandonar los tonos oscuros y los sobrios mantos asociados a la vieja tradición española, adoptando colores, encajes, volantes, sombreros con plumas, cintas y flores, carteras, guantes y en general renunciando a la austeridad hasta entonces asociada a la elegancia.

Es notable la cantidad de envios de ropa y otros artículos de lujo provenientes de París y Londres, realizados por particulares en la primera década del siglo XX. La casa Gath y Chávez, instalada en Santiago en 1910, vino a responder a esta creciente demanda, monopolizando el mercado.

En la "belle epoque" la vida social es intensa y ofrece la oportunidad para lucir todo tipo de prendas y complementos. En el centro de la capital coexisten importadores de vestuario, sastres franceses y costureras chilenas con apodos franceses. Se impone el prototipo de la silueta femenina en S, la cual se logra mediante el uso de un corset que mantiene rígido el cuerpo, empujando el busto hacia delante y el trasero hacia atrás. El vestuario contribuye a acentuar esta figura.